Historia
En el año 1900, el empresario estadounidense Benjamin F. Johnston decide construir el ingenio azucarero Sinaloa Sugar Company, en el predio Los Mochis. Durante la edificación, Johnston cultivó árboles y plantas de zonas templadas tropicales en los alrededores para hacer más habitable la planicie semidesértica donde se asentó el ingenio, para lo cual reforzó el sistema de canales de riego que doce años atrás los colonos empezaron a trazar para irrigar sus cultivos. Pero hasta 1903 se hizo oficial la primera zafra y ese mismo año se firmó el decreto en el que se daban de alta las comisarías de Topolobampo y Los Mochis, siendo así Johnston el gran impulsor del desarrollo agrícola y económico para el progreso de la región.
Durante ese periodo ordenó la construcción de almacenes para guardar la maquinaria, así como de oficinas y casas habitación para familias de empleados, ingenieros y ejecutivos de la fábrica, que en su mayoría eran extranjeros. En forma simultánea inició la edificación de su residencia, que estaría rodeada de extensos jardines y donde habitaría con su esposa, Agnes (o Inés, como también le llamaban), y su pequeño hijo, Sherwood. En ese tiempo, solo Johnston dimensionaba que en torno a esos exclusivos jardines emergía oficialmente la que después se convertiría en una de las regiones más florecientes del noroeste mexicano: la ciudad de Los Mochis.
Con el correr de los años, todo el conglomerado-casas, residencia y jardines- fue cercado con una malla de alambre y "bautizado''" como la Colonia Americana. En las afueras de este gran coto privado se instalaron casas para jornaleros, obreros mexicanos e inmigrantes, además de modestos establecimientos comerciales y de servicios.
La Casa Grande
Para su nuevo hogar -o La Casa Grande, como se le nombró-, Johnston no escatimó en gastos para la construcción, el mobiliario y la decoración. Se hicieron dos niveles con muros anchos de ladrillo aparente reforzados con rieles de tren; su aspecto era de un marcado estilo toscano; sobriedad en sus líneas estructurales, sencillez volumétrica y funcionalidad que ofrecían un porte de reciedumbre y autoridad. La rigidez exterior contrastaba con la fastuosidad del vestíbulo interior, en torno al cual se distribuía la casa con todas las comodidades posibles de su época. La panta baja tenía piso de cemento pulido cubierto con lujosas alfombras y tapetes persas, mientras que la planta alta estaba revestida con duela de pino rojo canadiense. En este segundo nivel había porches-dormitorio en cada lado de la estructura, orientados hacia el frente de la fachada. Este diseño era popular en el sur de Estados Unidos porque se creía que dormir al aire libre era benéfico a la salud.
Otro elemento de distinción era la escalinata con barandal de hierro forjado que se dividía hacia la planta alta; tras ella se hallaba una piscina cubierta con azulejo de porcelana y techo de cristal, que contaba con solárium y baño de vapor en un extremo. La casa también tenía elevador tipo montacargas, biblioteca con miles de volúmenes y un pasillo que daba a la terraza. Todas las paredes estaban cubiertas de maderas preciosas, con elegantes remates. Siempre impecable, para su mantenimiento los Johnston contaban con numerosos sirvientes, entre los que destacaban los más cercanos a la familia: un mayordomo japonés de nombre Macario Nakai, y su jardinero encargado del vivero y el jardín de La Casa Grande, don Antonio Sánchez, quien se jactaba de haberle enseñado español sin eufemismos al señor Johnston.
Nace un sueño: El Jardín Botánico
La magnitud de un proyecto como el Jardín Botánico sólo se puede entender cuando su creador tiene el afán y la tenacidad necesarios para llevarlo a cabo. Aunque existen pocos testimonios escritos sobre la historia de este entrañable espacio -sobre todo por su carácter privado y la conocida parquedad de su propietario-, es evidente que sólo pudo ser concebido por una mente visionaria como la de Benjamin Johnston. Pero ¿de dónde surge esa pasión por concretar semejante anhelo? El profundo interés de don Benjamin por conocer los lugares más recónditos y asombrosos del planeta fue otro aliciente clave en sus aspiraciones, Después de dos décadas en las que el emporio cañero se consolidó, Johnston y su esposa intensificaron sus viajes a diversas partes del mundo, sobre todo a regiones donde se cultivaba caña de azúcar (sur de España, Hawaii, las Filipinas, California e Indonesia, entre otras), de donde mandaban y traían nuevas especies confiando en que éstas se aclimatarían a Los Mochis. Las experiencias vividas en estos viajes, pero sobre todo la impresión que les causara la increíble belleza del Jardín de Alá, en Biskra, Argela, serían fuente de inspiración para proyectar formalmente la obra que cristalizara su amor por la naturaleza.
Nuevo diseño
Para la tercera década del siglo XX, Johnston ya había acumulado en sus jardines un gran número de especies que, si bien se habían sembrado con cierta planeación, su disposición última era distinta a la de un jardín botánico tradicional, por lo que en 1929 contrató los cotizados servicios de Florence Yoch, arquitecta paisajista estadounidense con una prestigiosa trayectoria en el diseño de parques públicos, jardines de residencias estilo mediterráneo y sets hollywoodenses. Después de un año de planeación estudiando las variantes clásicas y coloniales que se mezclaban en la arquitectura de La Casa Grande, los edificios adyacentes, las particularidades del terreno circundante, las condiciones climáticas imperantes y las aspiraciones de Johnston para su nuevo espacio, en mayo de 1930, Yoch y Lucille Council -Su socia en muchos de los más de 250 proyectos que desarrolló en su vida profesional- empezaron a dar forma a lo que ambicionaban que fuera el más vibrante y majestuoso jardín imaginable.
Resurgimiento
Por más de treinta años (desde que don Aarón Sáenz donó el parque), el Jardín Botánico estuvo prácticamente expuesto a la depredación, el vandalismo y careció de atención especializada. Hasta 1988, la administración municipal de Los Mochis mostró interés en recuperar el parque. El proyecto formal de restauración cuyo objetivo era beneficiar a la comunidad, contempló casi dos hectáreas de terreno a favor del parque ese año; en 1993 se construyó el teatro al aire libre y en 1996 la pista de atletismo (con una extensión de 2,050 metros) en la periferia de la propiedad. En reconocimiento al esfuerzo notable y los anhelos de su fundador, en 2002 se le asignó el nombre oficial de Jardín Botánico Benjamin Francis Johnston. En 2004 se emitió el dictamen de cabildo que declaró reserva ecológica y patrimonio histórico del municipio, al Parque Sinaloa. Un impulso decisivo al mejoramiento del Jardín Botánico tuvo lugar al constituirse en 2003 el Patronato Amigos del Jardín Botánico del Parque Sinaloa AC, que más tarde se transformó en Sociedad Jardín Botánico de Los Mochis, |AP, con el propósito de resguardar, estudiar, divulgar y enseñar en forma estructurada la colección de especies existentes. A raíz de la creación de esta sociedad interesada en recuperar la diversidad de plantas que alguna vez hubo ahí, en 2011 se elabora un nuevo censo que se compara con el inventario levantado en 1962. Con base en los resultados, se da inicio a la gran tarea de recopilación de especies faltantes.